jueves, 23 de junio de 2011

La vida: La fiesta de Jesús

Lo bueno de juntarnos los Domingos es que uno tiene la posibilidad de bajar un cambio, reflexionar, tomar un respiro o, como diría Mamerto Menapace, "Rumiar" todo lo que nos pasó en la semana. Y, al mismo tiempo, uno puede arrancar la semana de otra manera, completamente diferente, aliviado y al mismo tiempo preparado para lo que viene. Eso es lo productivo de juntarnos los Domingos, reflexionar, rezar, imaginar, soñar, matear.
Entre ruido y ruido semanal, está bueno bajar un cambio y pensar en las cosas de la semana. Pensar en todo, el hecho o la anécdota que recordaremos de esa semana, e incluso los detalles, los pequeños momentos, bueno y malos, que nos fueron trayendo al Domingo. Es bueno (Y por eso es mejor hacerlo un Domingo) hacer un balance de la semana, pensar si valió la pena vivirla o no, si fui feliz o no, etc.
Cuando uno llega a ese punto, en el que balanceó su semana, silencio el ruido de su mente y tranquilizó su alma, es bueno leer el primer gran signo de Jesús, la lectura de las bodas de Caná (Jn 2 1-11):


En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús
estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vivo y la madre de Jesús le dice:
−No les queda vino.
Jesús le contesta:
−Mujer, déjame: todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dice a los sirvientes:
−Haced lo que él os diga.
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los
judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
−Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les manda:
−Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.
Ellos  se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino, sin
saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y
entonces llama al novio y le dice:
−Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos el
malo; tú, en cambio, has guardado el vivo bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su  gloria y
creció la fe de sus discípulos en él.

Es muy loco, el primer signo de Jesús fue en una fiesta. Porque en definitiva las Bodas en Caná eran una fiesta, que hasta duraba días. Jesús está ahí, seguramente pasándola bien con sus amigos, con su madre, charlando, bailando, tomando un poco de vino. Una fiesta común, como cualquier otra.
A veces pienso que la vida es eso, una fiesta. Y como fiesta, como buena fiesta, tiene sus partes. Estamos buena parte del tiempo bailando, riendo, con amigos, paseando solo, pero a veces llegan los bajones. La fiesta se apaga, la tristeza llega, el vino se acaba. Entonces Jesús, que estaba ahi tranqui, como uno más, disfrutando el momento con nosotros, aparece, pero con todo. Y nos carga, y nos propone un nuevo vino.
Que loco ¿no?, alguno quizás ya lo pensó pero sí, Jesús arranca su vida de signos prácticamente como después la va a terminar. Se entrega en el vino.
Y Jesús, es ahí donde ofrece el nuevo vino de vida, ofrece su palabra, su calma, su paz. Ese es el vino que ofrece Jesús, y ofrece que ese vino esté siempre en la fiesta, o sea, en nuestra vida. Es esa tranquilidad, esa seguridad entre tanto ruido, entre la risa, el llanto, las peleas, el colegio, la facultad, el trabajo, esa chica, ese pibe, todo.
La vida es una fiesta, hay que vivirla como una, aprovechar todo, cada momento, reír y bailar, pero no olvidar que Jesús siempre está ahí, con nosotros. En las buenas y en las malas, bailando, riendo, tomando, saltando, en todas. La vida es una fiesta y la vida es la fiesta de Jesús. Por eso es única, y es un regalo único de Tata Dios.
Y cuando la fiesta es buena y se pone, que mejor que acompañarla de un buen vino.

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