martes, 16 de agosto de 2011

Una vez más, como todos los años, llega el día del niño. Fiesta comercial o no, eso no importa hoy, es bueno, copado, hermoso, que tengamos a todos los niños presentes en nuestro pensamiento y accionar. Aunque ese accionar tiene que ser durante todo el año.
Ver a un nene de un barrio, o a otro en una cama de hospital, o internado en rehabilitación o pidiendo en la calle, es para mí, ver a Jesús. Ni más ni menos. Ese Jesús que alguna vez dijo que cuando no ayudamos a ese nene en la calle no lo estamos ayudando a él.
Ayudar a un nene en la calle, o en cualquier otra situación, es brindar mi mano al mismo Jesús, y es justamente Jesús el que ayuda a ese nene gracias a mi.
Loco, místico, misterio. Pienso y siento que es así. Jesús ayuda y pide ayuda, es pobre y solidario, es misionero y misionado. Porque él está en todos. Y nuestro trabajo, mejor dicho, nuestra misión, es aprender a verlo a Jesús en todas las personas de este planeta, en cada una de ellas, no importa color, raza, religión. No importa si es amigo o enemigo, hermano o desconocido.
Es ver a Jesús en todos.
Porque en definitiva, si se aparece Jesús y te pide una mano ¿Se la negarías?

jueves, 23 de junio de 2011

La vida: La fiesta de Jesús

Lo bueno de juntarnos los Domingos es que uno tiene la posibilidad de bajar un cambio, reflexionar, tomar un respiro o, como diría Mamerto Menapace, "Rumiar" todo lo que nos pasó en la semana. Y, al mismo tiempo, uno puede arrancar la semana de otra manera, completamente diferente, aliviado y al mismo tiempo preparado para lo que viene. Eso es lo productivo de juntarnos los Domingos, reflexionar, rezar, imaginar, soñar, matear.
Entre ruido y ruido semanal, está bueno bajar un cambio y pensar en las cosas de la semana. Pensar en todo, el hecho o la anécdota que recordaremos de esa semana, e incluso los detalles, los pequeños momentos, bueno y malos, que nos fueron trayendo al Domingo. Es bueno (Y por eso es mejor hacerlo un Domingo) hacer un balance de la semana, pensar si valió la pena vivirla o no, si fui feliz o no, etc.
Cuando uno llega a ese punto, en el que balanceó su semana, silencio el ruido de su mente y tranquilizó su alma, es bueno leer el primer gran signo de Jesús, la lectura de las bodas de Caná (Jn 2 1-11):


En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús
estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vivo y la madre de Jesús le dice:
−No les queda vino.
Jesús le contesta:
−Mujer, déjame: todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dice a los sirvientes:
−Haced lo que él os diga.
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los
judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
−Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les manda:
−Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.
Ellos  se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino, sin
saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y
entonces llama al novio y le dice:
−Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos el
malo; tú, en cambio, has guardado el vivo bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su  gloria y
creció la fe de sus discípulos en él.

Es muy loco, el primer signo de Jesús fue en una fiesta. Porque en definitiva las Bodas en Caná eran una fiesta, que hasta duraba días. Jesús está ahí, seguramente pasándola bien con sus amigos, con su madre, charlando, bailando, tomando un poco de vino. Una fiesta común, como cualquier otra.
A veces pienso que la vida es eso, una fiesta. Y como fiesta, como buena fiesta, tiene sus partes. Estamos buena parte del tiempo bailando, riendo, con amigos, paseando solo, pero a veces llegan los bajones. La fiesta se apaga, la tristeza llega, el vino se acaba. Entonces Jesús, que estaba ahi tranqui, como uno más, disfrutando el momento con nosotros, aparece, pero con todo. Y nos carga, y nos propone un nuevo vino.
Que loco ¿no?, alguno quizás ya lo pensó pero sí, Jesús arranca su vida de signos prácticamente como después la va a terminar. Se entrega en el vino.
Y Jesús, es ahí donde ofrece el nuevo vino de vida, ofrece su palabra, su calma, su paz. Ese es el vino que ofrece Jesús, y ofrece que ese vino esté siempre en la fiesta, o sea, en nuestra vida. Es esa tranquilidad, esa seguridad entre tanto ruido, entre la risa, el llanto, las peleas, el colegio, la facultad, el trabajo, esa chica, ese pibe, todo.
La vida es una fiesta, hay que vivirla como una, aprovechar todo, cada momento, reír y bailar, pero no olvidar que Jesús siempre está ahí, con nosotros. En las buenas y en las malas, bailando, riendo, tomando, saltando, en todas. La vida es una fiesta y la vida es la fiesta de Jesús. Por eso es única, y es un regalo único de Tata Dios.
Y cuando la fiesta es buena y se pone, que mejor que acompañarla de un buen vino.

lunes, 20 de junio de 2011

Convivencia de Pentecostés: " Yo también los envío a ustedes"

En la noche de la vigilia de Pentecostés, reunidos en la parroquia, más de 60 jóvenes nos reunimos a reflexionar, en el silencio y desde el corazón, la misión que Jesús nos encomendó.
Así que partimos de este base, Jn 20 19-23:


Aquel mismo Domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los Judíos. 
Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
- La paz esté con ustedes.
Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos, se llenaron de alegría al ver al señor.
Jesús les dijo de nuevo:
- La paz esté con ustedes.
Y añadió: 
- Como el padre me ha enviado, Yo también los envío a ustedes.
Sopló sobre ellos y les dijo:
- Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá.

¿Qué cosas nos dan miedo? ¿Qué cosa nos quita las ganas de salir a la calle y mostrarnos como cristianos? ¿Por qué nos separamos del mundo? ¿Por qué nos encerramos? ¿Por qué me aislo de las personas? ¿Qué cosas me impiden acercarme a los demás? ¿A qué nos envía Jesús? ¿Cuál es la misión que Jesús nos dejó?

Luego del silencio, trabajamos con el siguiente cuento:


Más de una vez había oído hablar del inventor pero solo cuando anduve por su taller de visita pude entender por qué me habían comentado tanto sobre Él y sus inventos.
Segundos después de tocar la puerta, Él mismo me invitó a pasar, parecía como si desde hace tiempo estaba esperando mi visita. Su taller era tal cual como alguna vez me habían contado. En el techo grandes claraboyas dejaban entrar la luz que alumbraba todos los rincones. En las paredes había muchos estantes repletos de todo tipo de máquinas. En una esquina estaba su mesa de trabajo, algunas chapas, algunos hierros. Había herramientas que después me enteré Él mismo había diseñado para con ellas poder fabricar desde la mas sencilla hasta la más compleja de las maquinas que estaban sobre las repisas. Con trozos de madera y acero, algunos clavos y tornillos lograba hacer máquinas de todo tipo; me deslumbré al ver tanta variedad en los estantes.
Mientras recorríamos el taller me iba contando la historia de cada máquina. Todas las había diseñado con gran ingenio, no había escatimado en nada; cada pieza de cada máquina engranaba a la perfección con la pieza siguiente. Era impresionante verlas funcionar y era más impresionante ver la sonrisa llena de alegría que se dibujaba en el rostro del inventor mientras las máquinas estaban en acción.
Muchas maquinas parecían similares pero el sabio inventor me explico que no había en todo el taller dos máquinas que cumplieran la misma función. Cada máquina realizaba un trabajo clave y especifico. Él mimo había pensado todo para que así fuera.
Seguimos recorriendo el taller, me fue mostrando más y más inventos; mientras me contó una anécdota: “El sacacorchos, me contaba, muchas veces se cree abre latas. Yo lo dejo nomás. No tarda mucho en volver desorientado, totalmente desafilado. Yo acá lo espero, me explicaba mientras abría grandes los brazos. Entonces cambio su rosca y le coloco un poco de aceite. Eso basta para que recuerde el fin para el que fue creado. Entonces sí, vuelve a descorchar los mejores vinos y a compartir conmigo una inmensa alegría cada vez que lo realiza.”

Entre inventos e historias fue pasando la tarde. Después me quede pensando un largo rato. Una vez ya había escuchado decir “nadie conoce mejor el invento que su inventor” esta vez yo misma lo había comprobado. 

Muchas veces como jóvenes sentimos esa sensación, esa necesidad, de querer cambiar algo, de querer transformar nuestro alrededor, nuestro mundo. Sentimos la necesidad, imperiosa necesidad, de sentirnos útiles, de aportar en algo, de construir. Pero también muchas veces, esos sentimientos se quedan en eso, en sentimientos. En meras sensaciones y poco más. Tenemos ganas pero no salimos a la calle. Un poco lo que le pasaba a los discípulos de Jesús, tiempo después de la pasión y resurrección. 
Entonces aparece este mensaje de Jesús: "Yo también los envío a ustedes", y la pregunta es obvia, ¿Nos envía a qué?
¿Qué herramientas nos da para mandarnos esa misión?
Entonces ocurre lo que en el cuento anterior, Dios, el creador, conoce su creación. Y conoce que puede dar y que no. Y sabe que como hombres podemos dar todo. Por eso se convierte en hombre, es como hombre que demuestra en la tierra que se puede vivir en el amor, entregarlo todo, dar la vida...
Y como hombre dice, Ahora ustedes. 
Como hombres somos nosotros los que podemos responder a eso. Predicando el amor, mejor dicho, viviendo en el amor. Que no es salir a la calle y decirle "Te amo" a todo el mundo (Aunque ¿por qué no?) sino que es (En contexto actual de la juventud) salir a la calle a vivir en el amor. Y todo lo demás vendrá solo.
Y construir desde el amor y desde la obra. Es así como trabajaba Jesús, era ese su estilo, y de esa manera nos manda. 
Salir a la calle como jóvenes a transformar el mundo requiere el vencer los miedos de cada uno, la vergüenza, el temor, el que dirán, etc. Vencer todo eso y salir, animarse. Dar la vida, en obra y en amor. Construir, iglesia y comunidad, hacia los más pobres, los más necesitados, los abandonados, los dejados de lado. Ser iglesia hoy, ser cristiano hoy, ser jóven hoy. 

Dice Mamerto Menapace:

No tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos. Cuando el Dios de la historia venga, nos mirará las manos.
El hombre de la tierra no tiene el poder de suscitar la primavera. Pero tiene la oportunidad de comprometer sus manos con la primavera. Y así que la primavera lo encuentra sembrando. Pero no sembrando la primavera; sino sembrando la tierra para la primavera. Porque cada semilla, cada vida que en el tiempo de invierno se entrega a la tierra, es un regalo que se hace a la primavera. Es un comprometer las manos con la historia.
Sólo el hombre en quien el invierno no ha asesinado la esperanza, es un hombre con capacidad de sembrar. El contacto con la tierra engendra en el hombre la esperanza. Porque la tierra es fundamentalmente el ser que espera. Es profundamente intuitiva en su espera de la primavera, porque en ella anida la experiencia de los ciclos de la historia que ha ido haciendo avanzar la vida en sucesivas primaveras parciales.
El sembrador sabe que ese puñado de trigo ha avanzado hasta sus mansos de primavera en primavera, de generación en generación, superando los yuyales, dejándolos atrás. Una cadena ininterrumpida de manos comprometidas ha hecho llegar hasta sus manos comprometidas, esa vida que ha de ser pan.
En este momento de salida del invierno latinoamericano es fundamental el compromiso de siembra. Lo que ahora se siembra, se hunde, se entrega, eso será lo que verdeará en la primavera que viene. Si comprometemos nuestras manos con el odio, el miedo, la violencia vengadora, el incendio de los pajonales, el pueblo nuevo sólo tendrá cenizas para alimentarse. Será una primavera de tierras arrasadas donde sólo sobrevivirán los yuyos más fuertes o las semillas invasoras de afueras.
Tenemos que comprometer nuestras manos en la siembras. Que la madrugada nos encuentre sembrando. Crear pequeños tablones sembrados con cariño, con verdad, con desinterés, jugándonos limpiamente por la luz en la penumbra del amanecer. Trabajo simple que nadie verá y que no será noticia. Porque la única noticia auténtica de la siembra la da sólo la tierra y su historia, y se llama cosecha. En las mesas se llama pan.
Si en cada tablón de nuestro pueblo cuatro hombres o mujeres se comprometen en esa siembra humilde, para cuando amanezca tendremos pan para todos. Porque nuestra tierra es fértil. Tendremos pan y pan para regalar a todos los hombres del mundo que quieran habitar en nuestro suelo.
Si amamos nuestra tierra, que la mañana nos pille sembrando.





La otra noche, y son varios los testigos, nos comprometimos a ensuciarnos las manos, como Jesús, como Él nos envió.

sábado, 28 de mayo de 2011

POBREZA CERO, COMPROMISO DE TODOS

La belleza de la trama
le viene de lo complejo.
Requiere mucha paciencia
hacer un tejido nuevo.

Hay que inaugurar talleres
donde viva lo diverso
refugios de la esperanza,
lugares de nacimiento,
donde nadie quede afuera
de la fiesta y del encuentro.

No hay tarea más urgente
que tejer junto a mi pueblo
las redes de la justicia
que nos vayan sosteniendo,
hilvanando la utopía
con los hilos de los sueños